La actitud filosófica se caracteriza por la manifestación de admiración ante lo que nos rodea. Lo primero que despertó la curiosidad filosófica de los antiguos pensadores fue la naturaleza.
En la Antigüedad, algunos pensadores se plantearon que era posible ofrecer una respuesta racional a las preguntas sobre la naturaleza.
Esta idea supone la plena confianza en la capacidad de la razón humana e implica una concepción de la realidad natural como algo ordenado, un “cosmos” sometido a ciertas normas. Cosmos, en griego, significa “realidad ordenada” y se opone a caos, esto es, “aquello que carece de orden”.
Probablemente, Pitágoras, matemático y filósofo presocrático, fue el primero en utilizar el término cosmos para referirse a la realidad natural en su conjunto. Más adelante, Heráclito, otro filósofo presocrático, explicó que el orden que rige en la naturaleza gobierna también al individuo y a la sociedad. Otros pensadores presocráticos, como Tales, Anaximandro o Anaxímenes, concibieron la realidad como algo ordenado que surge de una sustancia originaria denominada arjé. Sin embargo, diferían en la sustancia concreta que proponían. Para unos, el primer elemento fue el aire; para otros, el fuego o el agua.
Anaxímenes, por ejemplo, sostuvo que la sustancia originaria era el aire y propuso dos procesos por los que este elemento se transforma en el resto de sustancias: condensación y rarefacción. Todos los seres naturales estarían compuestos de aire, fuego, agua y tierra según la propuesta de este filósofo.
La importancia de Anaxímenes radica en su intento de explicar racionalmente la realidad. Al hacerlo, tanto él como los demás filósofos presocráticos sentaron las bases del desarrollo en el conocimiento de la naturaleza que ha permitido, tras más de dos mil años de investigación, atesorar una información como la que tenemos hoy día.
Si partimos de la premisa de que la naturaleza constituye una realidad ordenada, debe plantearse ¿a qué se debe ese orden?, ¿cuál es la causa que lo origina? Los primeros filósofos ya se formularon estas preguntas y dieron dos respuestas diferentes:
*La respuesta teleológica (telos en griego significa “fin” en el sentido de finalidad, meta) concibe en orden natural como fruto de un proyecto diseñado previamente en el que cada elemento desempeña una función determinada para alcanzar un objetivo final preestablecido.
Esto conduce, casi inevitablemente, a creer en la existencia de un ser sobrenatural como autor y responsable último del fin que se persigue y del plan para alcanzarlo.
Anaxágoras sostuvo que el universo estaba formado por partículas cualitativamente diferentes gobernadas por el nous, “entendimiento”. Si el entendimiento, es decir, la inteligencia gobierna el universo, cabe pensar que lo hace según un plan inteligente. Por tanto, la explicación de Anaxágoras es teleológica.
*La respuesta mecanicista sostiene que la naturaleza es como una máquina, y los cambios y las transformaciones que experimenta son fruto de la acción necesaria de unos mecanismos sobre otros.
La máquina, por sí misma, no tiene la capacidad de establecer unos objetivos que pretenda alcanzar con los movimientos que realiza. Según este planteamiento, el orden en la naturaleza es fruto de la acción mecánica de unos elementos sobre otros.
Demócrito defendió que los seres naturales y la naturaleza se componen de partículas indivisibles llamadas átomos. Estos se mueven libremente en el vacío. Los seres naturales que conocemos son el resultado de choques fortuitos entre los átomos. El orden natural es fruto del desorden y no hay ningún plan previo que lo explique. La propuesta de Demócrito es claramente mecanicista.
(Francisco Ríos Pedraza. Filosofía. 1 Bachillerato. Editorial Oxford. Madrid. 2022)