En el período del pensamiento griego que se extiende desde el surgimiento de la filosofía hasta el siglo V a. C., los filósofos presocráticos trataron de determinar el ser de la naturaleza y el modo de conocerla. Sin embargo, esta pretensión fue criticada por otro grupo de pensadores, los sofistas, que sostenían que resultaba imposible conocer la naturaleza.
Platón reaccionó ante este escepticismo y sostuvo que era posible alcanzar la verdad. Para conseguirlo, hay que ir más allá de los datos que nos ofrecen los sentidos, porque lo que percibimos a través de ellos son sólo las apariencias de las cosas. Sin embargo, detrás de las apariencias de las cosas se encuentran las esencias. Así pues, según Platón, existe un mundo de las ideas más allá del nuestro, al que pertenece también nuestra alma y donde reina el Bien. En el mundo de las ideas se hallan los seres verdaderos, es decir, los que ni nacen ni mueren, ni cambian ni varían.
Para sostener esta tesis, platón diseña una metafísica donde se distingue entre mundo inteligible o mundo de las ideas y mundo sensible o mundo de las apariencias. Además, elaboró una teoría del conocimiento donde diferencia entre diversos grados o modos de conocer. Finalmente, formuló una concepción del ser humano donde mantuvo que este está formado por un alma inmortal y un cuerpo mortal. De acuerdo con dichas teorías, desarrolló una doctrina ética fundamentada en la justicia, así como una concepción política en la que propuso una determinada forma de organización social. En la formación de este amplísimo y complejo sistema de pensamiento se pueden señalar tres influencias principales: Parménides, sofistas y Sócrates.
1.La verdad para Parménides
Todos los filósofos presocráticos coincidieron en el hecho de entender la filosofía como la búsqueda de la causa o fundamento primero capaz de explicar la naturaleza en su conjunto, es decir, la totalidad de la realidad. De acuerdo con esta pretensión, Parménides defendió que la realidad (el ser) es lo que no varía, lo que existe siempre, y es el objeto de la ciencia(episteme).
Por el contrario, la diversidad de las cosas y sus transformaciones, tal como las percibimos mediante nuestros sentidos corporales, no son la realidad, sino sólo apariencias engañosas de las que únicamente podemos tener in conocimiento aproximado e incierto (no ciencia), al que Parménides denominó “opinión” (doxa).
En resumen, los sentidos corporales no ven más que apariencias, aunque nos produzcan la ilusión de que estamos viendo o percibiendo la realidad. Por el contrario, la auténtica realidad solo puede ser captada por la razón. De este modo, Parménides contrapuso la auténtica ciencia, o ciencia del ser, al conocimiento sensible, o falsa opinión. Parménides planteó la primera teoría metafísica del ser y de la verdad. Posteriormente, esta teoría fue acogida por Platón, quien insistió en una idea análoga: solo es real lo que siempre es y permanece, es decir, las cosas inmutables, mientras que las cosas que cambian y varían se reduce a mera apariencia engañosa.
2.La percepción para los sofistas
En sus obras de juventud, Platón recogió, sobre todo, las enseñanzas de su maestro Sócrates, cuyas doctrinas se opusieron al escepticismo de los sofistas. No obstante, y a pesar de las duras críticas que el propio Platón dirigió a los sofistas, advirtió que, entre sus ideas, al menos una era válida y, por tanto, la incorporó a su sistema. Esta teoría es la teoría de la percepción de Protágoras. Para Protágoras, el hombre no percibe las cosas como son, sino tal como se le aparece a través de los sentidos.
Para Protágoras la percepción solo nos proporciona opiniones subjetivas que son válidas únicamente para la propia persona que percibe y en el momento en que percibe.
Con algunos retoques y matizaciones, Platón cree que esta concepción es válida respecto al conocimiento del mundo sensible, mundo de la apariencia o mundo de la simple opinión (doxa). No obstante, para Platón sí que se puede conocer el ser verdadero de las cosas percibidas en virtud de otra facultad: la razón. La razón es capaz de proporcionar otro tipo de conocimiento más elevado sobre las esencias existentes en el mundo de las ideas: la ciencia (episteme).
3.El saber para Sócrates
Para los sofistas solo existen opiniones particulares, válidas para cada individuo singular y concreto, pues dependen del modo de percibir de cada uno. Sócrates, en cambio, sostiene que existe un tipo de saber universal, válido en igual medida para todos. Este saber universal es el que proporcionan los conceptos universales.
Los conceptos universales son como esquemas mentales mediante los cuales se sintetiza en una sola idea un conjunto de aspectos pertenecientes a los distintos seres individuales.
De este modo, mediante su teoría de los conceptos universales, Sócrates supera el escepticismo de los sofistas. Así, por ejemplo, los sofistas señalaban que la justicia variaba de una ciudad a otra, por lo que no se podía dar una definición de justicia válida para todos, ya que en unos lugares era de una manera y, en otros, de otra. Sócrates, por el contrario, mantiene que sí es posible establecer tal definición, pues mediante nuestra actividad intelectual podemos encontrar una definición de la justicia que exprese su esencia común, es decir, aquello que hace que la justicia sea justicia.
Por consiguiente, se trata de un concepto que puede ser aceptado por todos los seres humanos y de acuerdo con el cual resulta posible juzgar, no sólo las acciones y comportamientos de cada individuo, sino también los códigos jurídicos y morales de las distintas ciudades y los diferentes Estados.
Así pues, Sócrates afirma que en las distintas percepciones de la justicia existen ciertos elementos comunes que constituyen su esencia. Estos elementos comunes pueden ser expresados mediante los conceptos universales. En esto consiste, precisamente, el conocimiento científico. A este respecto, nuestro autor señala la existencia de un método apropiado para alcanzar tales elementos comunes, a saber, el método dialéctico o el diálogo.
El método dialéctico procede a partir de una definición menos adecuada hasta alcanzar otra más adecuada, o también a partir de la consideración de ejemplos particulares hasta llegar a una definición universal.
Platón nos ha dejado multitud de ejemplos que siguen el método socrático en varios de sus diálogos, por ejemplo, en el Menón, donde Sócrates empieza declarando que no sabe qué es la virtud y pegunta a su interlocutor si tiene alguna idea al respecto. Entonces Menón, su interlocutor, le da una primera definición. Sin embargo, Sócrates se muestra sólo parcialmente satisfecho y, por tanto, sigue planteando más preguntas. De esta forma, su interlocutor se ve obligado a responder, hablando más, mientras que Sócrates dirige la conversación para que quede patente, finalmente, lo inadecuado de la primera definición dada. Así, su interlocutor se ve obligado a rectificar y proponer una segunda definición, que modifica la primera. Pero de nuevo Sócrates le anima a introducir nuevos elementos de consideración y a proponer otras definiciones más complejas y ajustadas.
De acuerdo con su maestro, Platón desarrolló tanto la doctrina socrática de los conceptos universales como su método dialéctico, mediante el cual intentará alcanzar el auténtico conocimiento.
(Diego Sánchez Meca y Juan José Abad Pascual. Historia de la filosofía. Bachillerato 2. Método@pruebas. Editorial Mc Graw Hill. Madrid 2009).