A lo largo de la historia, han existido muchas propuestas éticas distintas. Aunque estas visiones son muy diferentes entre sí, todas han insistido en la importancia de superar el egoísmo para animarnos a actuar con imparcialidad, tratando a todas las personas de la misma manera. El planteamiento que todas estas estas teorías comparten es la convicción de que la ética debe basarse en la búsqueda de justicia y la universalidad.
Sin duda, la justicia es un valor de enorme importancia, y por eso es comprensible que la ética se haya preocupado por enseñarnos a respetar los derechos de los demás, tratando a todos con la dignidad que se merecen. Sin embargo, existen otros valores morales cruciales que no siempre han sido tenidos en cuenta.
1.Carol Gilligan y su aportación a la ética
Carol Gilligan (1936) después de estudiar literatura y psicología, comenzó a trabajar como profesora de Harvard. Allí se convirtió en ayudante de investigación de L. Kohlberg, que se había hecho célebre gracias a su influyente teoría sobre el desarrollo de la conciencia moral. Sin embargo, Gilligan encontraba que esta teoría tenía muchas limitaciones, ya que la investigación en la que se basaba solo había incluido en su muestra a jóvenes varones blancos de clase acomodada. Entre los sujetos que Kohlberg estudió no había ninguna mujer, ni tampoco personas de color o de clase social baja.
Para tratar de aclarar la cuestión del desarrollo de la conciencia moral, Gilligan elaboró su propia teoría y la dio a conocer con la publicación del libro En una voz diferente. En esta obra se presenta por primera vez la idea de una ética del cuidado como una propuesta alternativa a las éticas centradas en la justicia que habían dominado el panorama intelectual hasta ese momento. El libro tuvo un enorme impacto en el mundo académico y en el pensamiento feminista, y sigue siendo una fuente de inspiración para quienes defienden en nuestros días la relevancia ética del cuidado.
Sus investigaciones posteriores se han centrado en el feminismo, la adolescencia, la psicoterapia y la resolución de conflictos, entre otras cuestiones. Su relevancia como investigadora en los estudios de género hizo que en 1997 se convirtiese en la primera persona en ocupar la nueva cátedra de Harvard dedicada específicamente a este campo.
La ética del cuidado propuesta por Carol Gilligan ofrece un planteamiento alternativo a la teoría del desarrollo moral de Kohlberg. La teoría de Kohlberg otorga gran importancia a la igualdad, la imparcialidad y la justicia. En cambio, Gilligan nos invita a considerar las necesidades del otro, lo cual requiere prestar atención a las diferencias y atender a la singularidad específica de cada situación.
Por eso hay autores que creen que la justicia por sí sola, no es suficiente, porque las teorías éticas deberían también preocuparse por otros valores distintos que asimismo son muy importantes. Esto es lo que proponen algunas visiones modernas sobre la moral, como por ejemplo la ética del cuidado, que se inspira en el trabajo de Gilligan.
Si queremos elaborar una teoría ética que vaya más allá de la preocupación por la justicia, tendríamos también que tener en cuenta otros valores, como son el cuidado, el amor o la solidaridad.
Gilligan estaba interesada en estudiar el modo en que las personas elaboramos nuestros razonamientos morales, y para ello comenzó por revisar la influyente teoría de Kohlberg acerca de esta cuestión.
Como sabemos, Kohlberg creyó que existen tres estadios distintos en la evolución del razonamiento moral, aunque cada uno de ellos se divide en dos fases, con lo que su teoría distingue seis etapas diferentes en total.
Todas las personas partimos de la primera etapa, cuando nuestra conducta se basa en intentar evitar el castigo. Desde allí, algunas personas evolucionan más y otras menos. Kohlberg creía que solo algunos llegamos a la sexta y última etapa, que es la fase superior y más evolucionada del razonamiento moral, caracterizada por la capacidad de guiar nuestra conducta por principios éticos universales, imparciales y justos.
Gilligan encontró, al estudiar esta teoría, algunos elementos que no terminaban de convencerla. Por ejemplo, se dio cuenta de que Kohlberg había basado su estudio únicamente n varones, porque entre las personas que entrevistó no había ninguna mujer.
A la vista de esta situación, Gilligan decidió emprender una nueva investigación por su cuenta. Así, descubrió que en nuestra sociedad hombres y mujeres tienen, por lo general, maneras diferentes de razonar moralmente.
Según Gilligan, los hombres suelen darle gran valor a la justicia, de manera que en su razonamiento moral se preocupan sobre todo porque se respeten los derechos individuales. En cambio, entre las mujeres era más común interesarse por el cuidado, la atención a los demás y el mantenimiento de las relaciones interpersonales.
2.Los valores de una ética del cuidado
¿Por qué hay estas diferencias entre hombres y mujeres a la hora de entender la ética? Estos distintos enfoques son fáciles de entender si tenemos en cuenta que a lo largo de la historia las mujeres han tenido muchas dificultades para participar en el espacio público, que solía estar reservado a los hombres. Frente a lo que pasaba con los varones, por lo general las mujeres se han visto obligadas a dedicarse a la crianza de los hijos e hijas, la atención a los mayores y el cuidado del hogar. Esta discriminación histórica podría explicar por qué las mujeres otorgan una mayor importancia al cuidado y a la solidaridad en comparación con los hombres.
Sin embargo, la ética del cuidado no es solo una ética para mujeres. Esta forma de entender la ética se basa en valores como la atención a las necesidades del otro, la solidaridad, el cariño y la cercanía. Son valores tan importantes para los hombres como para las mujeres, por lo que todos deberíamos tenerlos en cuenta en nuestra vida moral. Esto no quiere decir que tengamos que abandonar nuestra preocupación por la justicia, ya que esta sigue siendo fundamental. Se trata más bien de aprender a actuar de una forma que sea a la vez justa y cercana, respetuosa con los derechos de los demás y atenta a las necesidades concretas de las personas que nos rodean.
La ética del cuidado está además íntimamente ligada a la conciencia de nuestra finitud. Los seres humanos somos frágiles, imperfectos y limitados, porque todos estamos expuestos a la enfermedad, al envejecimiento y a la muerte. Nuestra condición vulnerable hace que necesitemos el apoyo de los demás para poder desarrollar una vida plenamente humana, por lo que no podemos olvidar la dimensión del cuidado cuando estemos reflexionando acerca de la ética.
En nuestro país, figuras de la filosofía como Fernando Savater o como Adela Cortina se han referido a la ética del cuidado en el marco de una concepción del ser humano como un ser que se relaciona con otros y, de distintas maneras interactúa con ellos, por lo que puede aumentar o limitar las posibilidades de acción de ellos.
Esta capacidad implica reconocimiento de una responsabilidad mutua como fundamento de esa ética del cuidado, responsabilidad que se expresa en el modo más positivo en el compromiso hacia las demás personas que se materializa en acciones de ayuda.
(D. Sánchez Meca y J.D. Mateu Alonso. 1 Bachillerato Filosofía. Editorial Anaya. Operación Mundo. Madrid. 2022 - C. Prestel Alfonso. Filosofía. Bachillerato Editorial Vicens Vives. Barcelona. 2022)