1.Definición
La inteligencia artificial es, en ciencias de la computación, la disciplina que intenta replicar y desarrollar la inteligencia y sus procesos implícitos a través de computadoras. No existe un acuerdo sobre la definición completa de inteligencia artificial, pero se han seguido cuatro enfoques: dos centrados en los humanos (sistemas que piensan como humanos, y sistemas que actúan como humanos) y dos centrados en torno a la racionalidad (sistemas que piensan racionalmente y sistemas que actúan racionalmente). Comenzó poco después de la Segunda Guerra Mundial, y el nombre se acuñó en 1956 en la Conferencia de Dartmouth por el informático John McCarthy.
La inteligencia artificial abarca en la actualidad una gran variedad de subcampos, que van desde áreas de propósito general, como el aprendizaje y la percepción, a otras más específicas como el juego de ajedrez, la demostración de teoremas matemáticos, la escritura de poesía y el diagnóstico de enfermedades. La Inteligencia Artificial sintetiza y automatiza tareas que en principio son intelectuales y es, por lo tanto, potencialmente relevante para cualquier ámbito de la actividad intelectual humana. En este sentido, es un campo genuinamente universal.
La inteligencia artificial es una nueva forma de resolver problemas dentro de los cuales se incluyen los sistemas expertos, el manejo y control de robots y los procesadores, que intenta integrar el conocimiento en tales sistemas, en otras palabras, un sistema inteligente capaz de escribir su propio programa. Un sistema experto definido como una estructura de programación capaz de almacenar y utilizar un conocimiento sobre un área determinada que se traduce en su capacidad de aprendizaje. De igual manera se puede considerar a la IA como la capacidad de las máquinas para usar algoritmos, aprender de los datos y utilizar lo aprendido en la toma de decisiones tal y como lo haría un ser humano, además uno de los enfoques principales de la inteligencia artificial es el aprendizaje automático, de tal forma que los ordenadores o las máquinas tienen la capacidad de aprender sin estar programados para ello.
2.Implicaciones sociales, éticas y filosóficas
Ante la posibilidad de crear máquinas dotadas de inteligencia, se volvió importante preocuparse por la cuestión ética de las máquinas para tratar de garantizar que no se produzca ningún daño a los seres humanos, a otros seres vivos e incluso a las mismas máquinas según algunas corrientes de pensamiento. Es así como surgió un amplio campo de estudios conocido como ética de la inteligencia artificial de relativamente reciente aparición que generalmente se divide en dos ramas, la roboética, encargada de estudiar las acciones de los seres humanos hacia los robots, y la ética de las máquinas encargada del estudio del comportamiento de los robots para con los seres humanos.
El acelerado desarrollo tecnológico y científico de la inteligencia artificial que se ha producido en el siglo xxi supone también un importante impacto en otros campos. En la economía mundial durante la segunda revolución industrial se vivió un fenómeno conocido como desempleo tecnológico, que se refiere a cuando la automatización industrial de los procesos de producción a gran escala reemplaza la mano de obra humana. Con la inteligencia artificial podría darse un fenómeno parecido, especialmente en los procesos en los que interviene la inteligencia humana, tal como se ilustraba en el cuento ¡Cómo se divertían! de Isaac Asimov, en el que su autor vislumbra algunos de los efectos que tendría la interacción de máquinas inteligentes especializadas en pedagogía infantil, en lugar de profesores humanos, con los niños en etapa escolar. Este mismo escritor diseñó lo que hoy se conocen como las tres leyes de la robótica, aparecidas por primera vez en el relato Círculo vicioso (Runaround) de 1942, donde establecía lo siguiente:
Primera Ley. Un robot no hará daño a un ser humano ni, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño.
Segunda Ley. Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley.
Tercera Ley. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.
3. ¿Nuevo modelo de humanidad?
Es un hecho evidente que las tecnologías digitales e informáticas han producido ya un cambio muy profundo en la forma de percibir, de conocer y de vivir la realidad por los seres humanos actuales.
Por ejemplo, en relación con el poder, tanto político como económico, se está produciendo de una manea cada vez más arrolladora una vigilancia y un control crecientes en el ejercicio y en la administración de los datos personales de los individuos. Esta situación puede representar una amenaza y un grave riesgo para el ejercicio libre de la democracia y para el respeto a los derechos de cada persona.
En este sentido, muchas voces alertan hoy de que no es una decisión acertada delegar voluntariamente en los artilugios digitales e informáticos nuestra capacidad de discernimiento y de juicio.
Esta cesión implica presuponer que el ordenador, por ejemplo, o el buscador de Internet, o determinado algoritmo tienen una indiscutible superioridad sobre nuestras capacidades mentales.
Tendemos a atribuir a los procesadores o a los algoritmos de la inteligencia artificial cualidades humanas para evaluar situaciones y para extraer consecuencias de ellas, dando por hecho que saben hacerlo mejor que nuestra pobre y limitada inteligencia.
Sin embargo, sabemos que, en realidad, todos estos artefactos inteligentes funcionan reduciendo la información a expresiones matemáticas binarias que facilitan luego la gestión algorítmica.
O sea, lo que hacen es imitar una parte de la inteligencia humana y maximizarla, pero solo una parte muy pequeña, de modo que en ningún sentido son capaces de pensar como lo podemos hacer las personas.
Tienen una capacidad analítica casi ilimitada, pero carecen de las características que en los seres humanos llamamos “espíritu”, “alma”, “corazón”, “gusto estético” o “conciencia moral”.
De ninguna manera la inteligencia artificial es, en términos absolutos, una forma de conocer la realidad mucho más fiable de lo que podemos hacerlo las personas.
Ciertamente, se deben subrayar los beneficios de la inteligencia artificial y el progreso del conocimiento al que nos lleva en muchos ámbitos de la actividad práctica con sus múltiples virtualidades y aplicaciones.
Pero reconocer estos beneficios no debe hacernos olvidar lo que su influencia tiene de interferencia en la vida y en el ser de los seres humanos. Por ejemplo, se puede pensar en la relación entre la inteligencia artificial y el poder.
Uno de los argumentos que se proponen a favor del uso masivo de la inteligencia artificial es el de que la racionalidad tecnológica es superior a la humana porque es neutral; o sea, que la máquina, por su automatismo, no tiene segundas intenciones y dice la verdad.
No es creíble esta afirmación sin más. Favorece, en todo caso, a quienes ponen por encima de cualquier otro valor la optimización utilitarista, la productividad y los resultados en términos de ganancia económica o política.
En cualquier caso, ya es un hecho la tendencia a digitalizarlo todo: la sociedad, las instituciones, incluso el Estado. Se están obteniendo ingentes cantidades de datos de la población, actividad que es de un valor incalculable para ejercer sobre ella los poderes económico y político.
La digitalización y la inteligencia artificial pueden hacer posible incluso un nuevo modelo de humanidad y de existencia, imposibles todavía de prever.
( Wikipedia. D. Sánchez Meca y J.D. Mateu Alonso. 1 Bachilllerato. Filosofía Editorial Anaya. Operación Mundo. Madrid. 2022)