1. LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE EL SER HUMANO.
En todas las épocas, las distintas culturas han ido perfilando a lo largo del tiempo un prototipo de ser humano que encarna sus valores más altos: el héroe homérico, el sabio del clasicismo griego, el guerrero de los bárbaros, el santo del cristianismo, el santo guerrero- el cruzado- medieval, el comerciante renacentista, el revolucionario de la modernidad o el empresario de éxito del mundo contemporáneo han sido, entre otros muchos, los modelos propuestos para ser imitados por los demás.
En los orígenes de nuestra cultura, en la Grecia arcaica, preclásica, anterior al siglo V a. C., es el héroe homérico de los mitos el que se presenta como modelo humano. El héroe, que es mortal, se vive a sí mismo como descendiente de los dioses, como miembro de una estirpe superior y aristocrática con poderes extraordinarios, libre, no sometido a ninguna autoridad superior salvo al destino. La valentía, el orgullo, el deseo de gloria, la fama, la necesidad de competición son, pues, las cualidades de la excelencia (areté, virtud) propia del héroe, que vive para realizar lo que el destino le tiene preparado.
Detrás de esta descripción hay sin duda una forma de entender al ser humano arquetípico, poseedor de unas determinadas cualidades corporales y unos determinados rasgos de carácter que le hacen ser lo que es.
Al menos desde Sócrates, en el siglo V a. C., la filosofía se ha ocupado de hacerse preguntas sobre lo que le hace al ser humano ser lo que es, o lo que es lo mismo, sobre el ser humano en cuanto ser humano. ¿Qué somos los seres humanos? ¿Somos seres especiales o simplemente una especie entre todas las demás? ¿Qué lugar ocupamos en el mundo? ¿Somos únicamente cuerpo material o hay algo más en nosotros: espíritu, alma, mente...? Y si es así, ¿cuál es la relación entre ellos? ¿Debemos guiarnos solo por la razón o también por los sentimientos? ¿Somos libres de elegir o estamos determinados por las leyes de la naturaleza, el destino o los dioses? ¿Tiene sentido nuestra existencia? ¿Nuestra vida acaba definitivamente con la muerte?
Estas y otras muchas preguntas se han venido planteando desde hace siglos y las respuestas han sido tan variadas según autores, sistemas filosóficos y épocas que ni siquiera ha habido acuerdo en el lenguaje para remitirse a un problema sin resolver: el problema mente-cerebro (o alma- cuerpo; o espíritu-materia). En síntesis, son dos las posiciones teóricas más importantes sobre el problema mente-cerebro: los dualismos y los monismos.
1.1. DUALISMOS Y MONISMOS.
Los dualismos, de carácter espiritualista o idealista, conciben al ser humano como un ser compuesto de dos sustancias, el cuerpo y el alma (o el cuerpo y el espíritu), cualitativamente diferentes e independientes que tienen entre sí algún tipo de interacción y correlación y que producen también fenómenos distintos: el cuerpo, los fenómenos biológicos y el alma los mentales. En lo que difieren los dualismos es en establecer las relaciones entre esas dos sustancias distintas, con diferencias que van desde la autonomía e independencia total de cada una de ellas hasta la afirmación de su interacción continua.
Esta posición ha sido mayoritaria y casi unánime en nuestra cultura hasta el siglo XVIII: Platón, Aristóteles, los autores cristianos, Descartes, Kant y un larguísimo etcétera hasta nuestros días.
Los monismos, mayoritariamente materialistas, afirman que el ser humano es una única realidad de carácter material, el cuerpo- del que el cerebro forma parte-, y explican todos los procesos mentales, incluso los más complicados, recurriendo exclusivamente al cerebro. Se diferencian por entender de manera distinta la naturaleza, las propiedades y el funcionamiento de la base material que produce el pensamiento y, por ello, es frecuente distinguir entre un monismo reduccionista (que entiende que todas las funciones intelectuales, emocionales y sensitivas, así como los recuerdos y proyectos no son más que reacciones físico-químicas del sistema nervioso) y un monismo emergentista que afirma que solo existe una realidad, la materia, que se articula en tres niveles: el nivel físico-químico, el nivel biológico y el nivel psíquico; y es de la interacción entre ellos de donde emergen cualidades que, por separado, no tiene ninguno de ellos. Los monismos no han tenido una gran influencia cultural, ni en la antigüedad greco-latina, ni en el periodo moderno, pero a partir de los siglos XIX y XX, sus planteamientos han pasado a ser mayoritarios.
- EL SER HUMANO EN LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA.
2.1. El ser humano en la Antigüedad.
Una constante en todos los períodos de la filosofía griega fue la idea de un ser humano que se diferencia del resto de los animales por su condición racional, es decir, por su logos. Al mismo tiempo, destaca su carácter social a través del lenguaje. Emerge, además, una perspectiva que intenta estudiar al ser humano desde la investigación científica, analizándolo como un objeto más dentro de la realidad total de la naturaleza.
La tradición judeocristiana explica al ser humano como una creación de Dios. El ser humano está subordinado a la divinidad, pues Dios nos ha creado a su imagen y semejanza. Pero al mismo tiempo establece una relación personal con la trascendencia. Esta idea generará el marco de referencia del pensamiento de la Edad Media.
2.2. El ser humano en el Renacimiento.
El Renacimiento es la expresión cultural de una serie de profundos cambios económicos, políticos, sociales, científicos, técnicos, intelectuales, etc. Estos cambios se empezaron a gestar a partir del siglo XIII y paulatinamente fueron dando sus frutos entre los siglos XIV y XVI. Sin lugar a dudas, el Renacimiento supone una grandiosa revolución cultural. Se producen profundos cambios socioeconómicos, científico-técnicos y político-religiosos que provocarán una drástica sacudida en los cimientos de la sociedad medieval. Como consecuencia de todas estas transformaciones, se produce una especie de “ensanchamiento” en todos los aspectos de la vida de las personas. El ser humano contará, a partir de entonces, con horizontes más amplios y, sin duda, hará emerger una nueva concepción de sí mismo.
Aun reconociendo al hombre como cuerpo con pasiones (tal como defenderá Hobbes) o como pura alma racional (como declarará Descartes), ambas actitudes tienen un mismo fondo común: la revalorización del ser humano. Este concepto fue formulado en el Renacimiento por humanistas como Erasmo de Rotterdam o Leonardo da Vinci, entre otros. El individuo comienza a erigirse plenamente como único dueño de sí mismo. Frente a los códigos morales supuestamente establecidos por Dios, nace la conciencia de que son los propios individuos los que deben crear sus propios códigos éticos. El principio de libre y personal interpretación de la Biblia, defendido por la Reforma de Lutero, es un claro síntoma de esta nueva manera de entender el ser humano. Este principio significa una ruptura con la tradición y un ensalzamiento de la soberanía individual sobre los textos sagrados.
En la mentalidad renacentista se manifiesta una rotunda unanimidad en defensa de la dignidad propia del ser humano. Esta dignidad ya no se debe, como en el Medievo, al hecho de poseer un alma racional, destello de luz divina, sino a su producción intelectual, técnica y artística como reflejo de lo excelso de lo propiamente humano. El cuerpo humano deja de ser sombra, signo y causa de pecado. En contraposición, se abre una visión optimista, abierta y entusiasta del ser humano, que pasa a ser como un “dios mortal”.
2.3. El ser humano en la filosofía moderna.
A partir de la radical transformación del panorama intelectual del Renacimiento, en el siglo XVII surge la filosofía moderna. La lucha entre dos perspectivas tan distintas como la medieval y la renacentista está en la base de la preocupación básica de los siglos venideros. Esta preocupación se resume en dos cuestiones: ¿cómo podemos estar seguros de nuestras creencias? ¿Cómo podemos llegar a un conocimiento absolutamente verdadero o cierto?
2.3.1. Descartes.
El proceso renacentista daba mayor importancia al ser humano frente a Dios. Este hecho desembocará en el principio de la filosofía cartesiana. En 1637 Descartes publica Discurso del método. Esta obra es una autobiografía intelectual que tiene como objetivo determinar un método para determinar la validez de nuestras ideas, creencias y opiniones.
Descartes llega a una verdad acerca de la cual no cabe dudar: “pienso”, declara Descartes. De esa intuición, que se le presenta de modo claro y distinto, deduce la propia existencia: cogito, ergo sum (“pienso, luego existo”). En consecuencia, no se puede dudar de que existe un “yo” humano, pero es igualmente cierto que ese “yo” es res cogitans (“sustancia pensante”).
El ser humano se define, por tanto, por un proceso de introspección intelectual, que es un proceso de análisis en primera persona (“yo”). Aunque podamos fingir que no tenemos cuerpo, no podemos fingir que no pensamos. Sin embargo, también reconocemos en nosotros res extensa (“extensión” o materia), en definitiva, cuerpo. Según Descartes, nuestro cuerpo, al igual que el resto de la materia, se mueve mecánicamente.
2.3.2. Otros cartesianos.
Dos autores cartesianos desarrollarán su alegato a favor de la igualdad entre los sexos a partir de la filosofía de Descartes, ya que su dualismo mantiene que nuestros cuerpos son diversos, pero la mente es idéntica y, además, más importante.
François Poullain de la Barre es un filósofo francés racionalista que en 1763 escribe Sobre la igualdad de los sexos, el primer ensayo feminista que exige la igualdad de derechos.
Explica que el intelecto no tiene sexo; por tanto, hombres y mujeres tienen exactamente las mismas capacidades y es una injusticia que a ellas no se les permita tener una educación ni expresar sus ideas. Defendía la necesidad de mantener una igualdad real: las mujeres deberían estudiar y enseñar en la Universidad, también estudios técnicos; y podrían ejercer el sacerdocio, la judicatura o el poder político en los mismos términos que los hombres.
En una época que piensa lo contrario y ridiculiza su obra, él es el primer filósofo de la modernidad que realmente quiere derechos universales para todos los seres humanos, creando una filosofía que entiende a la mujer como sujeto cognoscente y es coherente desde todos los puntos de vista: epistemológico, ético, político y cultural.
Mary Astell (1666-1731) fue una escritora feminista y retórica inglesa. Su militancia en favor de la igualdad de oportunidades en la educación de las mujeres le ha valido el título de "la primera feminista inglesa". Defiende las mismas inquietudes que el francés y se pregunta por qué si todos los hombres nacen libres, las mujeres nacen esclavas.
2.3.3. Hume.
La obra Tratado de la naturaleza humana, publicada un siglo después del Discurso del Método de Descartes, culmina el estudio de los límites y la validez del conocimiento de la filosofía moderna. Además, asienta una visión definitivamente antropocéntrica. En esta línea, Hume usará el método introspectivo, es decir, el análisis en primera persona, pero sobre todo intentará “aplicar el método experimental de razonamiento a los asuntos morales”. La importancia de este filósofo se debe a sus posicionamientos de partida y a sus conclusiones básicas:
*Tras un examen crítico de los conceptos de sustancia y de identidad personal, se concluye que no hay razones para defender la existencia de ese elemento sustancial, simple, indivisible, eterno e inmortal con el que, desde la tradición platónica, se intentaba definir al ser humano y, supuestamente, explicar la diferencia entre este y el resto de los animales. El alma sería tan solo una especie de imagen pictórica(o licencia poética) para referirse a la grandeza del ser humano.
*Desde un punto de vista rigurosamente filosófico, el ser humano se explica a partir del estudio de sus operaciones mentales y de sus realizaciones prácticas, sociales y estéticas. Para Hume, no cabe duda de que existe una naturaleza humana. Para darse cuenta de ello, basta observar la uniformidad que se aprecia en las costumbres de los distintos pueblos y en las acciones de los individuos. Hume sitúa al ser humano como un ser más dentro del conjunto de la naturaleza y rompe la visión dualista para proponer una visión en la que el ser humano es una realidad natural, alejada de cualquier atisbo de divinidad.
*En cuanto a la razón, Hume piensa que no se puede considerar dueña o guía de las pasiones, como en la tradición platónica y racionalista. Para él, la función de la razón consiste en descubrir los fines que nos resultan apetecibles y los medios para alcanzarlos. La razón no es el motor de la acción, sino el motor de la pasión y el deseo. La razón “tan solo es y debe ser esclava de las pasiones”.
En conclusión, las claves del ser humano están en su condición no esencialmente racional, sino sentimental y afectiva, junto con su carácter básicamente social.
2.3.4. Kant.
Frente a la posición de Hume, el análisis kantiano del ser humano recupera su tradicional carácter eminentemente racional. Sin embargo, este carácter racional no se presenta como sombra o expresión de un alma incorruptible, divina o inmortal, sino por su condición intrínsecamente natural. Además, después de haber reconocido en la obra Crítica de la razón pura que es imposible demostrar las ideas de Dios, mundo y alma a partir de la razón en su uso puro, Kant sitúa la justificación de esos conceptos en el ámbito de la ética, como postulados de la razón práctica.
Kant considera que el carácter fundamentalmente racional de la propia condición de los seres humanos nos obliga a actuar no solo por los impulsos de la naturaleza, sino también por los dictados del deber moral. Además, este aspecto racional supone, como en el Renacimiento, reconocer la igual dignidad de todos los seres humanos, aunque en la práctica la reserva a los varones.
La Ilustración es para Kant algo reservado a los varones. Las mujeres que en su época eran expertas en física o en mecánica le parecían seres andróginos monstruosos contrarios a su naturaleza femenina.
La libertad y los derechos para todos los seres humanos que se deducen de los principios ilustrados, y que en su época ya se reclamaban para las mujeres, le dejaban indiferente, al igual que las críticas que recibió por su concepción de la mujer.
Al igual que Hume, Kant es consciente de que cualquier pregunta sobre el conocimiento y la verdad, el bien y la ética, la esperanza y la política, así como la estética o la religión, nos conduce inevitablemente a tratar la pregunta acerca de la definición del ser humano. A partir de este momento, el ser humano se convertirá en problema filosófico, sobre todo por su condición moral. Con esta cuestión se abre el siglo XIX y se inicia la filosofía contemporánea.
2.4. El ser humano en el siglo XIX.
En el siglo XIX, Darwin, Marx y Nietzsche promueven una segunda revolución intelectual respecto a la concepción del ser humano desde varios enfoques: el biológico de Darwin, el sociológico de Marx y el psicológico de Nietzsche y Freud.
2.4.1. Darwin.
Darwin explica la evolución de las especies a partir de otras especies vegetales o animales precedentes. Según este proceso, sobrevivirán los individuos de una determinada especie que se adapten mejor a las circunstancias del hábitat en el que intentan sobrevivir.
Desde este punto de vista, se rompen dos principios básicos de la explicación trascendentalista o religiosa:
*La especie humana no ha aparecido en la Tierra espontáneamente o por mediación de una divinidad. No es una especie inmutable, sino que es fruto de la evolución de especies animales anteriores.
*No cabe, pues, la creencia en la separación radical entre los seres humanos y el resto de los seres animales.
2.4.2. Marx.
La concepción de K. Marx acerca del ser humano es consecuencia de su intento de explicar los mecanismos de la sociedad. Marx parte de la indefensión natural del hombre, que necesita vivir en común para transformar la naturaleza a través del trabajo y asegurar así la supervivencia. Por tanto, el trabajo es el factor constitutivo de la sociedad y de la naturaleza humana. En consecuencia, la forma de organización de los modos de trabajo y de las relaciones laborales determinan la forma de organización social.
Según Marx, el modelo europeo de las sociedades técnicamente desarrolladas del siglo XIX vive bajo el modelo de producción capitalista, que se caracteriza por crear una situación de expansiva y progresiva alienación.
La alienación es un proceso por el cual un individuo o una colectividad transforman su modo de ser propio y característico por otro que es ajeno, extraño e incluso contrario al que se podría esperar. Hay tres tipos básicos de alienación: religiosa, política y económica. Por ellos los seres humanos se convierten en esclavos de determinadas creencias, de las leyes y del trabajo, respectivamente.
Los seres humanos, al trabajar por imperiosa necesidad dentro de este sistema capitalista, acaban convirtiéndose en meras mercancías de mercado, quedando cosificada su propia naturaleza y sus relaciones con los demás.
La desigualdad económica se deriva de la creciente privatización de los medios de producción (todo aquello necesario para fabricar un producto: herramientas, energía, materias primas, fábricas, transporte, etc.) frente a la creciente explotación de las fuerzas productivas (formadas por el conjunto de los trabajadores y los medios de producción). La desigualdad social tiene su expresión en el abismo creciente entre la mayor riqueza de la burguesía y la mayor pobreza del proletariado. Estas contradicciones internas, según Marx, provocarán cíclicos procesos de crisis.
Más allá de la validez de las propuestas sociales y políticas de Marx, el aspecto antropológico de su teoría con mayor solidez es su modo de explicar la formación de la conciencia individual.
Esta, en contra de la perspectiva racionalista de la filosofía tradicional, no es la causa de la acción humana. Según Marx, ocurre más bien al revés. Es la acción humana y, básicamente, el contexto de su modo particular de producción la que genera el modo concreto de realización de la conciencia. Nuestra identidad personal está determinada, por tanto, por las creencias sociales, generadas a partir de las condiciones concretas de nuestras relaciones económicas. En conclusión, nuestra conciencia individual es consecuencia “de las condiciones materiales de la existencia”.
2.4.3. Nietzsche y Freud.
Con F. Nietzsche se abren el abismo y la zozobra del ser humano del siglo XX porque rompe de forma drástica con las posiciones teóricas y las implicaciones prácticas sobre el ser humano de la tradición filosófica anterior y, por añadidura, sobre los otros dos temas cruciales de la filosofía: Dios y el mundo. Su punto de partida supone reconocer la inexistencia de una realidad objetiva: “no existen hechos, solo interpretaciones”. El mundo se entiende, pues, desde una perspectiva antropocéntrica. Solo trayendo de nuevo a la escena filosófica la idea de hombre como “ser intermedio”, pero con un sentido absolutamente terrenal, podremos considerarnos verdaderamente humanos.
Nietzsche propone una nueva forma de entender al hombre que resulta de la muerte de Dios. La muerte de Dios es la expresión que representa el proceso según el cual en occidente se ha dejado de creer en Dios, en la existencia de un ser superior al hombre que limite su libertad. Esto supone la destrucción de los ideales que la sociedad occidental había mantenido hasta ahora. A causa de ello, el hombre está desorientado, porque los valores que le servían como referencia ya no son creíbles. Pero, al mismo tiempo, supone el comienzo de la liberación del hombre, pues descubre su libertad para crear y destruir valores.
La muerte de Dios abre una época de transición hacia una nueva forma de vivir, que culmina en la concepción del hombre como superhombre. Época de transición que Nietzsche describe usando tres figuras:
*El camello es la persona que está agobiada por el peso del cumplimiento de los deberes y las normas que se le imponen.
*El león representa la persona que se rebela contra las normas impuestas, contra la autoridad, que quiere ser libre y autónoma, pero que no es capaz de dar una forma concreta a esa libertad.
*El niño es la figura que representa esta nueva forma de entender al hombre que es el superhombre. A la imagen del niño, Nietzsche asocia la del juego: es una actividad completamente libre y creativa. Nietzsche piensa en una persona que se siente libre como un niño, tomándose la vida como un juego, creando formas de vivir sin quedarse con ninguna de forma fija, porque todas son válidas en la medida en que él las crea con total libertad y ninguna es válida de forma absoluta.
Recogiendo las intuiciones y las sugerencias nietzscheanas, S. Freud intentó dar un estatus científico al concepto de lo inconsciente. Su concepción de la mente, dividida en capas (inconsciente, preconsciente y consciente) es revolucionaria. Aún lo es más su indicación de que el ámbito de la consciencia es solo la punta del iceberg de nuestra vida mental. Nuestra vida, nuestros actos y nuestras decisiones están marcados por nuestras pulsiones sexuales, por nuestros deseos reprimidos o por nuestras experiencias infantiles, nuestras inclinaciones y acontecimientos de los que no somos en absoluto conscientes. Solo a través de las técnicas terapéuticas del psicoanálisis, que analiza nuestros lapsus y nuestros sueños, podemos llegar a descubrir las claves fundamentales de nuestra conducta y de nuestra personalidad.
- EL SENTIDO DE NUESTRA EXISTENCIA.
El ser humano es una realidad por hacerse. Cada persona se construye a sí misma a partir de lo que constituye su estructura como individuo (su biología, su psique, su mente) y de la estructura de la sociedad y de la época en la que vive, que le otorgará unas referencias concretas para dar sentido a su vida y justificar su existencia. Aún hoy nos inquietan las antiquísimas preocupaciones del ser humano, previas al conocimiento científico, como la muerte, el sentido de la vida o la libertad, como puntos de referencia sobre los que construir nuestra propia existencia.
La filosofía existencialista, gestada durante el horror que vivió Europa con las dos guerras mundiales, intentó responder a esta cuestión con las alternativas que presentamos a continuación.
3.1. La vida carece de sentido.
El existencialismo nihilista, representado sobre todo por A. Camus y J.P. Sartre, afirma que la vida es algo absurdo, sin sentido
*Camus utiliza el mito de Sísifo para expresar lo absurda que es la existencia.
Este mito griega cuenta que Sísifo enfadó a los dioses por su extraordinaria astucia. Como castigo, fue condenado a perder la vista y empujar perpetuamente una roca gigante montaña arriba hasta la cima, pero antes de alcanzar la cumbre la roca siempre rodaba hacia el valle, desde donde Sísifo debía recogerla y empujarla nuevamente hasta la cima y así indefinidamente.
La vida es una secuencia de proyectos que se frustran con la muerte. Ni siquiera tiene sentido la vida del hombre rebelde, que se une a otros para enfrentarse a las injusticias, porque no puede escapar a su destino: la muerte, que da al traste con sus proyectos.
*Sartre indica que el hombre es un ser arrojado al mundo. Él da valor a las cosas, pero su valor es gratuito. No hay valores superiores a otros, porque las cosas, las acciones y los seres humanos carecen de sentido. La vida es absurda, y el ser humano, una pasión inútil.
3.2. La vida tiene sentido.
Entre las muchas corrientes de pensamiento que tratan de dar un sentido a la vida, podemos distinguir al menos dos grandes grupos: los que dan un sentido trascendente y lo que le atribuyen un sentido inmanente.
3.2.1. Sentido trascendente de la vida.
La religión entiende la existencia de modo trascendente, Dios es el creador de todo y es el fin hacia el que tiende todo lo existente. La felicidad plena consiste en ser uno con él.
Para el filósofo E. Mounier, exponente del personalismo cristiano, la persona es la suma de vocación, encarnación y comunión. La vocación puede descubrirse a través de la meditación, buscando a partir de lo que es y de las circunstancias que le han tocado vivir. No se trata de huir de la vida, sino de transfigurarla. La encarnación se produce cuando la persona se compromete con alguna obra y está en comunión con los demás, renunciando a ella misma.
3.2.2. Sentido inmanente de la vida.
Bajo esta perspectiva pueden incluirse corrientes evolucionistas, ecologistas y vitalistas o los humanismos marxistas. En ellas se parte del hecho de que el ser humano es fruto de la evolución y que nada hay trascendente más allá de la vida sobre la Tierra. El ser humano va realizándose y desarrollando sus capacidades, a la vez que va dotando de sentido a su vida.
*El humanismo marxista denuncia la situación de opresión y explotación de una parte de la humanidad (la clase trabajadora) a manos de otra(los capitalistas). Ese hecho ha cambiado el sentido humano del trabajo y de la vida. En el trabajo se manifiesta la acción creadora humana, pues las obras son como una prolongación física del cuerpo humano. Pero, debido a esa situación esclavizante, el trabajo se ha convertido en algo odioso, en enemigo del hombre, y toda la vida humana ha quedado cubierta por la sombra de la alienación. Sin embargo, el humanismo marxista deja abierta la puerta a la esperanza: la lucha solidaria humana será capaz de hacer, a través de la revolución, una sociedad sin clases, al no existir propiedad privada de los medios de producción.
* La crítica demoledora de Nietzsche a la cultura occidental. La muerte de Dios lleva consigo la desaparición de los valores tradicionales de Occidente, pero también origina un nuevo tipo de ser humano: el superhombre, quien mira el mundo sin prejuicios, con la mirada inocente de un niño, y que significa el apego a la tierra y la afirmación de la vida y de los valores terrenales. Nietzsche defiende un sentido radicalmente inmanente de la vida. Considera que la religiosidad occidental ha denigrado la vida y el cuerpo y ha ensalzado la muerte y la culpa. Frente a ese sentido transmundano, elogia el cuerpo, la salud, la fuerza, los placeres, las naturalezas fuertes frente a las sabidurías enclenques, y las minorías aristocráticas frente a las multitudes. Glorifica la voluntad de poder de quien “siempre debe superarse a sí mismo”.
3.2.3. Nosotros damos sentido a la vida.
Frente a las alternativas anteriores, en las que se niega que la vida tenga sentido o se aceptan sentidos ya dados de antemano, cabe una nueva alternativa: asumir el protagonismo y dar sentido a la propia vida. Estamos acostumbrados a gozar de unos derechos y unas libertades por los que otras personas tuvieron que luchar para conquistarlos. La sociedad plantea nuevos retos y hay que combatir para conseguirlos. Ha llegado el momento del protagonismo de la ciudadanía. Así pues, el sentido de la existencia hay que descubrirlo en la nueva sociedad, en la participación y la solidaridad.
Da la impresión de que, a medida que se ha ido civilizando, el hombre ha ido perdiendo la seguridad que le ofrecían los instintos de su condición animal. También se han ido perdiendo las tradiciones como comportamientos socialmente aceptados, reguladores de pautas individuales y sociales. Al individuo le faltan referencias y anclajes sociales, y su personalidad tiende a la desintegración.
Ese fenómeno, conocido como “vacío existencial”, según V. Frankl se manifiesta en estados más o menos largos, más o menos profundos de tedio, de aburrimiento. Otro síntoma es la “neurosis dominical”, la depresión que a veces nos visita o nos invade los días de descanso. Otras expresiones son, por ejemplo, querer llenar ese vacío por medio de la voluntad de ganar dinero o la voluntad de obtener placer inmediato. Frente a esas conductas, Frankl apuesta por buscar y encontrar un sentido a la vida que sea liberador, concreto y sólido.
- LA FILOSOFÍA ORIENTAL.
Cuando hablamos de filosofía oriental nos referimos a un conjunto de filosofías y creencias que surgieron en Asia, principalmente en India, China y Japón. Se consideran casi religiones, aunque presentan numerosas diferencias con las religiones monoteístas (cristianismo, judaísmo, islamismo). Por ejemplo, el budismo, rechaza que haya una divinidad; el hinduismo, por su parte, no considera que exista una divinidad personal, sino que identifica la divinidad con el todo o la naturaleza.
A pesar de las diferencias que existen entre estas creencias, comparten algunas ideas:
*La espiritualidad y la mística son una vía para alcanzar la verdad. Las filosofías orientales son concepciones que se enfrentan a la tradición racionalista occidental ya que consideran que la razón no permite comprender la vida, sino manipularla. La razón, según los defensores de estas concepciones, es instrumental y sirve para transformar la realidad pero es incapaz de entender dicha realidad. En lugar de la vía racional, se defiende una vía espiritual, donde se reconoce que la palabra no tiene ningún poder. Como señala Alan Watts, uno de los principales divulgadores de la filosofía oriental en Occidente: “Cuando deseo conocer el mundo, no busco una respuesta en palabras, del mismo modo que cuando pido un beso no pretendo que me den un trozo de papel con la palabra beso escrita en él”.
*Crítica al pensamiento. Para las filosofías orientales, el pensamiento entorpece la conciencia del mundo. El pensamiento, como destacaron autores como Krishnamurti, solo aparece cuando la acción ha fracasado. Por esa razón, en la filosofía oriental se desarrollan distintas técnicas de meditación que busca inmovilizar el proceso de pensamiento, de manera que la conciencia de la realidad no tenga intermediarios y la realidad se capte de forma directa. El objetivo es alcanzar un estado de conciencia en el que uno se identifica con la propia realidad.
*Anulación del yo. El pensamiento logra distinguir entre la realidad pensada- el mundo- y aquel que piensa- el yo-. Pensar implica además que uno se aleja del presente porque o bien está planeando el futuro o bien está recordando el pasado. El pensamiento crea una isla ilusoria, el yo, que lo separa de la realidad. La meditación tiene como fin suprimir esa barrera que nos separa de la realidad para pasar a vivir aquí y ahora. El estado final al que se pretende aspirar en la filosofía oriental es que no haya intermediarios con los que se siente en el mundo, lo que solo se logra cuando el yo mismo desaparece.
Entre las principales filosofías orientales se encuentran el budismo, el hinduismo y el taoísmo:
*El budismo. Es una doctrina fundada por Buda que se basa en las cuatro nobles verdades:
- La primera verdad reconoce que la vida se define como sufrimiento, los momentos placenteros son meramente transitorios.
-La segunda verdad afirma que el sufrimiento surge por el apego que se tiene a las cosas. El problema no es, por tanto, tener cosas, sino sentirse apegado a ellas-lo que incluye, por ejemplo, el apego a la propia vida o a los demás-.
-La tercera verdad considera que la forma de que desaparezca el sufrimiento es alcanzar el nirvana, un estado de conciencia por el que cesa el deseo.
-La cuarta verdad establece el camino del conocimiento. Tal como explicó Buda en su sermón de Benarés: “Un monje libre de pasiones y malos pensamientos alcanza el primer trance del gozo y del placer, que va acompañado de razonamiento e investigación, y que surge del retiro, y en él permanece. Al cesar el razonamiento y la investigación, en un estado de serenidad interior, con su mente fija en un solo punto, alcanza el segundo trance del gozo y el placer, que surge de la concentración, y que está libre del razonamiento y la concentración, y en él permanece”.
Es una concepción del individuo y del universo en el que se cree en la reencarnación: sobrevive el proceso de perfeccionamiento, no un aspecto concreto del individuo, de manera que las etapas alcanzadas en las vidas anteriores influyen en el nuevo individuo. El ciclo de encarnaciones se detiene cuando se alcanza el nirvana.
*Hinduismo. Es un conjunto de creencias religiosas basadas en los textos sagrados que se conocen como Upanishad. Según esta religión, cada individuo- el atma, que sería el espíritu o alma individual- se conecta con el todo, el Brahma, que a su vez se identifica con la divinidad. Es una religión que defiende, por tanto, que todo está conectado con todo y que en lo singular se refleja todo el universo.
*Taoísmo. Es una doctrina religiosa fundada por Lao-Tsé. Afirma que el universo es dual y se funda en dos fuerzas: el yin y el yang. El yin representa lo femenino, la tierra y la oscuridad. El yang, por otro lado, representa lo masculino, el cielo y la luz. En toda la realidad hay un equilibrio entre ambas fuerzas y ambas generan procesos y transformaciones.
Como vemos podemos ver diferencias entre el pensamiento oriental y las religiones monoteístas como, por ejemplo:
-Dios se concibe como una realidad identificada con la naturaleza. Cuando se logra suprimir el yo gracias a la meditación, se logra que el individuo se identifique con el todo.
-No existe una noción de culpa.
- ACTIVIDADES.
* Define: taoísmo, budismo, yin, yang, monismo, dualismo,alienación.
* ¿Qué sabes de Descartes?
* ¿Y de Platón?
*¿Qué piensas de la posición de Kant frente a las mujeres?
*¿Has sentido alguna vez el vacío existencial del que habla Frankl? ¿Cómo crees que se puede responde a esa sensación?
No encontrar un sentido para el tiempo libre y la falta de una jerarquía de valores clara puede conducir a buscar experiencias extremas que estimulen sensaciones fuertes, minusvalorando el riesgo y las consecuencias que implica.
En Barcelona, en 2015, un grupo de jóvenes de entre 12 y 16 años, para celebrar que su equipo había ganado la Champions League, tiró botellas que golpearon y cortaron a un sin techo que dormía en la calle. En 2005, tres jóvenes rociaron con un líquido inflamable a una mujer que dormía en un cajero y que murió días después. Era una antigua secretaria de altos directivos que a sus cincuenta años se había visto en la calle.
Es sorprendente que no se diesen cuenta de que ellos podrían también convertirse en personas sin techo por un revés de su vida, pero más aún que no fuesen conscientes de que en ese momento estaban cometiendo un asesinato que iba a cambiarles trágicamente y para siempre la vida.
* Resume las ideas fundamentales del siguiente texto de Platón y ponle un título:
“Mientras tengamos el cuerpo y esté nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la verdad. En efecto, son un sinfín las preocupaciones que nos procura el cuerpo por culpa de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de la verdad [...] Si no es posible conocer nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos, o es de todo punto imposible adquirir el saber, o solo es posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma queda sola en sí misma, separada del cuerpo, y no antes”
FUENTES:
AA.VV. Filosofía 01. Editorial Edelvives Laberinto.2015
Corcho Orrit R. y Corcho Asenjo A. Filosofía. Bachillerato. Editorial Bruño. Madrid. 2015
LLorca Darias V.
AA.VV. Filosofía. 1º Bachillerato. Editorial Mc Graw Hill. Madrid. 2019